El cuerpo no es originario. Algo del orden de lo simbólico lo organiza. El cuerpo es cruzado por la palabra, es hablado. Existen manifestaciones corporales en el bebé que toman valor de signo para otro. El otro lee algo ahí, interpreta y da sentido, siendo este hecho fundamental para el desarrollo subjetivo posterior. La madre lee en el hijo lo que su estructura le permite. Los signos adquieren sentido en la medida que el niño esta inserto en un universo simbólico que lo precede, donde es otro quien atribuye el sentido. En esta atribución que el otro hace, influye el universo simbólico en el cual se está inscrito. Cuando el otro interpreta, provoca que el niño quede atrapado e inscrito en el universo del otro creando así, subjetividad. El bebé habla lo que los padres dicen de él, el cuerpo habla en la medida que es hablado por otro.
El lugar del niño en la cadena significante de los padres va a reordenar el cuerpo en un sistema que nada tiene que ver con lo biológico. Ricardo Rodulfo señala que el niño puede extraer significantes de los padres, puede hacer algo con lo que tiene activamente. Es a través del juego que el niño se estructura subjetivamente, que “construye” activamente su cuerpo. De este modo, la aparición del juego es fundamental en el desarrollo porque es a través de la significación que en el juego se produce que el niño se apropia de la realidad, creando un espacio distinto, su propia realidad. El juego es por lo tanto una práctica significante, en tanto remite al producto de una cierta actividad con determinados contenidos. Rodulfo señala que no hay ninguna actividad significativa en el desarrollo de un niño que no pase por el juego. El juego no es sólo catarsis o diversión, tampoco una actividad más. El jugar es producir significantes que representen al sujeto que juega.
En la estructuración subjetiva van a aparecer distintos tipos de juegos, variaciones en las funciones del jugar. Antes del Fort-Da, existen otros tipos de juego igualmente estructurantes. Estas variaciones del jugar (antes e incluso después del Fort-Da) tienen que ver con la construcción libidinal del cuerpo.
Rodulfo describe tres tipos de juego:
1. Fabricación de superficie
2. Fabricación de un tubo
3. Creación de un espacio tridimensional
1. Fabricación de superficie: lo primero que se construye en relación al cuerpo no es el volumen sino más bien una superficie. Es como una película de banda continua sobre la cual se apuntalan luego diferencias de dentro/fuera y yo/no yo. Sin esta superficie nada se puede apuntalar ahí. La fabricación de superficie se relaciona de este modo con la piel. A través de los órganos de incorporación, el niño arranca algo ahí que va a corresponder a la posibilidad de agregar piel. Se trata de una actividad múltiple y extractiva, horadante. Con lo que el niño extrae del espacio y del cuerpo del otro, fabrica superficies continuas, ciertos trazados sin límites en un principio, en donde se combina el agujereo y el hacer superficies. Un ejemplo de lo anterior son los juegos de embadurnamiento y las rutinas que ayudan a establecer la continuidad. El otro le ofrece al niño un sistema de continuidades unificantes que le sirven para armar continuidad hasta la llegada al Fort-Da donde recién sería posible la simbolización de la ausencia.
En la fabricaron de la banda continua, se incluye a la madre y también otros elementos que apuntan a su unificación. La fabricación de superficie es pregnante al sujeto y es fundamental para su existencia. Sin ésta, el sujeto no puede instalarse. Aquí, el espacio y el tiempo coinciden sin desdoblamiento. El niño aún no se posee a sí mismo. La separación del cuerpo primordial del otro aún no se ha producido. Al origen de la fabricación de superficies está la función materna en tanto permite la experiencia de lo cotidiano y el sentido de soporte, de plataforma.
2. Fabricación de un tubo: se relaciona con los juegos de continente/contenido (meter/sacar cosas de un tubo) siendo esta relación reversible. Todavía hay inclusión recíproca ya que las cosas no están diferenciadas (madre/hijo siguen juntos). Por lo tanto, toda operación sobre el espacio del niño es una operación sobre su propio cuerpo. Aparece aquí una dimensión poco clara de volumen relacionada a la omnipotencia infantil. El niño cree que puede hacer cosas que no son posibles ya que aún no tiene conceptos de tamaño ni de volumen. Esta función del jugar conduce a la posibilidad de fabricar un tubo, considerando que todavía no existe lo externo/interno.
Sobre estas funciones (creación de superficie y de un tubo) aparece al final del primer año de vida, apuntalado en la continuidad, la tercera función del jugar que se relaciona con el Fort-Da.
3. Creación de un espacio tridimensional: este tipo de juego se reconoce en los juegos de aparecer/desaparecer, dejar caer cosas, tapar/destapar, cerrar puertas, juegos de escondite, etc. Hasta entonces, la desaparición no provocaba ningún placer o incluso causaba angustia. Ahora, se convierte en un acontecimiento libidinal, el niño ríe y repite la experiencia. De este modo, la desaparición para a ser una carga libidinal. Rodulfo plantea que se relaciona con el destete. Se trataría aquí de un triple destete, del seno materno, de la mirada materna y del sujeto en sí mismo. El niño se desteta en colaboración con la madre. No se trata simplemente de un acontecimiento oral, implica una partición simbólica, una separación interno/externo, yo/no yo.
Frente a la ausencia de la madre, el niño se adueña de la situación sin la experiencia dolorosa. Así, el Fort-Da le permite al niño soportar la partida de la madre y hacer suyo algo que sufrió pasivamente. Con esta función del jugar se logra una nueva adquisición, la capacidad del niño de desaparecer y hacer desaparecer. Se constituye de este modo el par opositor presencia/ausencia antes inexistente. Por primera vez, se inscribe algo distinto a la madre. Antes de esta categoría, la ausencia no podía simbolizarse. El niño pone el acento en el “arrojar fuera”, valorizando lo nuevo: ausencia, luego presencia.
El cuerpo no es algo natural. Es necesario extraer material para fabricarlo. El jugar es en sí mismo un proceso fundante ya que a partir de juego, el niño se obsequia un cuerpo apoyado en el mito familiar. El niño activamente produce diferencia y trabaja como albañil de su propio cuerpo, lo que le permite constituirse en un sujeto deseante.
Bibliografía:
Rodulfo, Ricardo. El niño y el Significante: un estudio sobre las funciones del jugar en la constitución temprana. Ed. Paidós, Buenas aires, 1989.
Magdalena Manríquez
Psicóloga Clínica
Centro Clínico y de Investigación Templanza
12 de enero de 2009
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