Hay ciertas experiencias y ciertos momentos en la vida (y las personas que vienen a terapia lo saben muy bien), en que no podemos dejar de hacernos ciertas preguntas, y sufrir quizás, por la falta de respuestas, sobretodo en temas que nos afectan personalmente.
La relación amorosa es una de las experiencias que más nos remueven emocionalmente y nos hacen plantearnos preguntas de distinto orden, que nos hacen movilizarnos y que nos muestran dónde está aquello que nos aproblema. Por ejemplo, podríamos decir que muchas veces, la pregunta por el amor, aparece cuando la idea que tenemos sobre éste, falla; la pregunta por los motivos por los cuales elegimos a alguien como nuestra pareja, aparece cuando hay algo de esa elección que no entendemos bien; e incluso, la pregunta sobre por qué nos mantenemos en una relación a pesar de no ser totalmente satisfactoria, nos habla de la ambivalencia propia de este tipo de vínculo cercano, y de la diferencia entre querer y poder.
Por otra parte, desde otros ámbitos de nuestra sociedad, podemos enfrentarnos a otro tipo de preguntas más genéricas del estilo de: por qué pareciera ser que hoy en día las parejas se separarían más ‘fácilmente’ que antes; e incluso, por qué pareciera que debemos acudir a terapia cuando tenemos un sufrimiento, si antes esto pareciera no haber sido necesario.
Sucede que muchas cosas en nuestra sociedad han cambiado, pues antes los compromisos matrimoniales se efectuaban en base a un acuerdo de ambas familias en pro de un bien común, siendo el amor algo que podía llegar con el tiempo. Así, la insatisfacción en esos tiempos era sobrellevada por esta idea de objetivo superior, y los conflictos eran compartidos con una red de apoyo que los contenía. Hoy, las familias son cada vez más pequeñas y más desligadas de su contexto familiar extenso y social, y las formas de relacionarse y de formar familia son cada vez más diversas. Las relaciones de pareja no están ajenas a este cambio, y la idea del amor para toda la vida deja de ser una realidad evidente para todos. Se hace inevitable vivir con interrogantes y en la vivencia de estar construyendo algo permanentemente. La identidad de las personas está muy relacionada con el contexto histórico que le toca vivir. Antes la vida se hacía en torno al compromiso social, ahora se hace en torno a la relación, y es a esta relación a la que se le van a exigir muchas más cosas de las que puede sostener. Todos los problemas anexos a la vida cotidiana y los conflictos individuales recaen en la pareja, con la expectativa que sea la pareja quien resuelva estos problemas o esta insatisfacción.
Ya que actualmente la motivación más frecuente para formar pareja es la unión por amor y el deseo de vivir juntos, el hecho de tener que volver a elegirse cada vez y la posibilidad cierta de separarse, agrega una tensión más a este vínculo. La elección de la pareja no es nada casual, elegimos a las personas que tienen características que nos gustan, y que a la vez nos pondrán de frente con nuestros conflictos más primarios. Se hace un contrato inconsciente donde cada uno de los miembros proyectará en el otro sus partes menos deseadas, salvándose de tener que ver en sí mismo sus carencias y dificultades. En este sentido, podríamos decir incluso que las razones por las cuales las personas suelen tener conflictos, son las mismas por las cuales se eligen. Por ejemplo, la persona elegida puede tener características de moverse en el mundo de manera independiente, pero es posible que en algún momento esa independencia la sintamos como un abandono, o bien, la persona elegida puede tener signos de necesitar ser cuidada, lo que en algún momento cuando necesitemos ser más contenidos, pueda causarnos cierto agobio. Y esto, inevitablemente además tendrá relación con aquellas experiencias con la familia de origen que no han sido resueltas, y que intentamos reparar con nuestra pareja.
De todas maneras, y justamente por ser un vínculo tan cercano, nos ofrece una significativa experiencia de crecimiento. ¿Qué es entonces lo que podemos obtener de una relación de pareja?. Podemos experimentar intimidad relacional y sexual en un ambiente de confianza; podemos contar con un espacio físico y emocional de reparación y alivio de nuestras heridas sufridas en la familia de origen y en nuestra vida cotidiana; podemos ser capaces de cuidar el uno del otro tanto física como psicológicamente; podemos desarrollar una identidad propia y de pareja; y podemos experimentar pasión amorosa.
Finalmente, podríamos decir que la pareja hoy en día se encuentra en una encrucijada: más que nunca en la historia asume una libertad personal que se traduce en la posibilidad de poder elegir, y a la vez, vive irremediablemente la soledad de esa posibilidad y la incertidumbre que ello provoca. Así, cuando se han hecho esfuerzos y esos intentos no han dado los resultados esperados, no pudiendo solucionar las dificultades, puede ser un buen momento para consultar en terapia, con los propios conflictos y las propias preguntas.
Claudia Rodríguez Pezoa
Psicóloga Clínica / Terapeuta Familiar y de Parejas
Centro Clínico y de Investigación Templanza
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